lunes, 24 de agosto de 2009

Nuestra Primera Miss Universo Roja Rojita... por JORGE SAYEGH



El año pasado llevábamos doce que no ganábamos una. Además Dayana era una candidata exógena. Ya era una profesional con relativo éxito en el extranjero. Y además el evento ocurrió allá lejos en Vietnam quién sabe a qué hora. Así que la noticia nos agarró por sorpresa.

Pero este año estábamos más pendientes. Tanto que entre el primer y segundo inning de los Medias-Rojas Yankees hice zapping. Y a partir de ese momento todo cambió.

Para comenzar me enteré de que, por llegar cinco minutos tarde, me había perdido de casi todo el show, porque este año la vaina iba a ser menos maratónica y comenzaba con el 80% de las carajitas eliminadas antes del certamen. Como me perdí la primera presentación (que era apenas un trámite de edición ornamental), sólo podría ver con detalle a las quince primeras seleccionadas, quienes inmediatamente pasearían en bikini.

Luego de comerciales arrancó ese hembrero de casi metro ochenta cada una a contonear las caderas. De pronto apareció una catira llena de carne, con nombre impronunciable e inescribible, que a cada paso ataconado ocasionaba un sólido tremor en el tope de sus tetas, evidencia indiscutible de su naturalidad mamaria y, sin duda alguna, culpable del calentamiento global de Islandia.




















Ingibjörg Ragnheiður Egilsdóttir derritiendo el hielo

Me sorprendió que Miss Francia y Miss Suiza fueran un par de mulatas. Ya me parecen bastante parásitos esos franceses maricones y esos suizos neutrales, como para que nos estén robando también el mestizaje. ¿Por que no envían a sus rubias insípidas pero olorosas? La portorra me pareció más falsa que una promesa de amor de Juan Barreto. La australiana bella como la vecina del 4-B y la gringa me sorprendió que no se resbalara y cayera como un plátano patas arriba.


















Gona Dragusha es de lo más cuchi, a pesar de tener ese nombre que asusta


La finísima estampa a lo Audrie Hepburn de Miss Kósovo y sus dientes irregulares (ambos productos de la malnutrición por la guerra) me causaron una deliciosa impresión difícil de olvidar. Era mi favorita sentimental.

Y entonces llamaron como decimoquinta (y última) opción a Stefanie.

Es muy curioso. Esta gochita, que apenas alcanza la mayoría de edad, tuvo que participar en el Miss Venezuela representando a Trujillo, su estado rival, porque en su Mérida natal no ganó ni el premio consuelo “Pitcher Relevo Corto” de Miss Tovar. Pero Osmel Souza, en su infinita sabiduría, vio desde el principio madera fina en esta perdedora y la cobijó en su barroco seno. Más curioso aún me resultó observar minuciosamente que, si nuestra reina universal alguna vez se realizó una mamoplastia, pues ha sido muy discreta. Armónica, equilibrada, delicada, correspondiente a su delgada conformación ósea.

Luego salió un negro, desconocido para mí, a cantar, dice él, una especie de rap, ese género semimusical involutivo cuya vigencia comercial es más duradera que el periodo eterno de nuestro presidente.

Las 83 participantes, eliminadas o no, medio bailaban en bikini al son del negro y al final de esa parte del espectáculo volvían a salir las quince preseleccionadas para irse en fila india con el negro como escolta cantora. Por haber sido nombrada en decimoquinto lugar, Stefanie era la última de la fila y en esos escasos segundos de cierre de segmento lo hizo. Apelando a su improvisación venezolanista tan irreverente con el protocolo, Stefanie se fue quedando unos pasos atrás, más pendiente del negro desconocido (para mí) que de sus compañeras y, al compás del rap o lo que sea que sonara, estableció una fugaz pero efectiva comunicación con el cantante, quien le correspondió asintiendo y señalándola y la cámara en grúa alejándose y: “Quédate con la venezolana, corta a camerinos, disuelve a bomp out de sálida ¡vámonos a comerciales!”.

Fueron segundos, pero ahí me di cuenta de que las tetas populares de Miss Finlandia y los dientes escuálidos de Miss Kósovo tenían una dura competencia.

Se eligieron entonces las diez semifinalistas. Finlandia se quedó fría y las que sí fueron elegidas pasaron a desfilar en traje de noche. Todo iba normal hasta que salió Miss Venezuela en su vestido rojo. Rojo, rojito, rojote. Fue un acierto absoluto. Cuando volvieron a pasear las diez a la vez en una especie de coreografía de pasarela donde se cruzaban unas con otras, Stefanie brillaba amenazadoramente como el anuncio de una revolución incontenible. ¡Temblad, concursantes, temblad!

Ya había dejado de hacer zapping hacia los Media Rojas- Yankees y me estaba vacilando haciendo zapping hacia VTV, donde tres doñas muy feas y aburridas perdían la oportunidad de explicar porqué es muy sano, nutritivo, natural y económico que las madres le den pecho a sus hijos, desperdiciando argumentos para convencernos de que la industria de alimentos para niños es un monstruo que quiere envenenar a la población.

Ya de regreso, en el otro monstruo industrial de la belleza escogieron a las cinco finalistas. Las preguntas capciosas (muy feministas todas) fueron respondidas con los clichés de siempre. A estas alturas el jurado no espera que las concursantes den una respuesta original o inteligente. De hecho, todas repetían lecciones aprendidas acerca de la belleza interior, la igualdad de hombres y mujeres o sobre la infancia abandonada. Lo que el jurado quiere ver es que las digan sin cagarse en los pantalones.

Y en ese nivel Stefanie, acostumbrada como buena gocha educadita a dar exámenes orales en el colegio, se lució.


Cuando Dayana fue a llevarle la corona brincaban como dos carajitas estrenando el último día del colegio. Dayana la abrazó, le jamaqueó, le dio una nalgada y le zampó la corona mal puesta que se le cayó al piso delante de cientos de millones de televidentes. Hay que reconocer que, desde el Manual de Carreño hasta el “Por qué no te callas”, los venezolanos hemos desarrollado toda una elipsis de protocolo excepcional.


Hacía mucho tiempo que no oía la marchantica de Venevisión, que tantos recuerdos de infancia me trae. Primero en la versión frívola de los comentarios desde el set criollo del evento y luego en el extra que vino inmediatamente a continuación.

Hice zapping. Mario Silva y su panza hacían un análisis videográfico para demostrar cómo la oposición ha desarrollado un complot maquiavélico para obligar al gobierno que la reprima con gas del bueno en las marchas.

Recordé aquellos viejos tiempos cuando Radio Caracas interrumpía su transmisión para solidarizarse con el triunfo de la belleza venezolana (o como cuando ganó Alicia Machado y les jodieron el parque, porque VV lo estaba pasando en diferido y RCTV dio el tubazo).

Pero ahora Venezuela es otra. Aunque Miss Universo se vista de roja.

http://jorgesayegh.blogspot.com/2009/08/nuestra-primera-miss-universo-roja.html

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