viernes, 22 de agosto de 2008

AGRUPÁNDONOS... por sumito estevez



Confieso que suelen ponerme nervioso aquellas personas que con vehemencia trabajan incansablemente en proyectos para salvar a la humanidad de sus males, teniendo a la vuelta de la esquina claros problemas que por menores se miran con desdén. Obviamente no estoy dudando de la pertinencia y la necesidad de luchar por ejemplo por un planeta limpio, pero esa búsqueda resulta incoherente si la calle de nuestra propia urbanización cada vez se parece más a un vertedero. En un plano estrictamente gastronómico estoy consciente que hay que proteger a las ballenas del consumo desmedido japonés o que debemos posicionar la gastronomía venezolana en el mundo; loables causas que resultan extrañas si sus voceros no voltean la mirada hacia la necesidad de un desarrollo sostenible para el consumo de chigüire o no comienzan por agrupar a los cocineros para hacer festivales locales y apoyarse entre si tanto en las buenas como en las malas. Antes de posicionarse en un plano global hay que generar sentido de pertenencia. Por ello es que los grandes logros colectivos, invariablemente, nacen desde pequeñas comunidades organizadas en búsqueda de soluciones de problemas profundamente particulares que le afectan. El éxito al solucionar un problema, en lugar de ser la culminación que desbanda al grupo, suele convertirse en incentivo que invita a ir por un logro mayor que suma no sólo alegrías, sino muchísimo entrenamiento. La depuración de objetivos de un grupo comunitario, sumado a los de otros grupos que posean líneas que se entrecruzan en filosofía, es la que a la larga sustenta la posibilidad de también salvar a las ballenas del mundo.

Varias veces hemos comentado en esta columna casos concretos de organización civil en donde la suma de esfuerzo termina por lograr grandes cosas. Tal es el caso, por ejemplo, de la cena de los grandes chefs que se hace anualmente en la ciudad de Caracas, la ruta del paladar que organizó un grupo de restauradores en la ciudad de Mérida o el ejemplo de unión que vienen mostrando los restaurantes de la zona de Pampatar en la Isla de Margarita y más recientemente los del Hatillo en la ciudad de Caracas y el que paso a contarles.

HOY TODOS POR TI

Recientemente el padre de un cocinero de Caracas debió ser sometido a una operación cuyo costo sobrepasó con creces las posibilidades económicas de su familia. Por primera vez nuestro grupo de cocineros entendió con crudeza que por debajo de los reflectores que nos alumbran en el plano mediático, subyace una realidad de indefensión que lleva a pensar en hipotecar la única vivienda si hay que vivir. Inmediatamente un grupo de 23 cocineros se agrupó para hacer lo que fuese necesario. Lo importante es que quienes lo iniciaron eran algo más que cocineros… eran los amigos del hijo del enfermo, su mafia personal de afectos. Por el sólo hecho de estar todos enfocados en una meta, tener claros los tiempos necesarios y sobre todo saber que fallar era una palabra prohibida; sumaron al esfuerzo en una cadena de solidaridad maravillosa, a casas licoreras, restaurantes, cadenas de supermercados, agrupaciones de sumiller, artistas y periodistas. Durante cuatro noches se hicieron cenas en donde un grupo de cocineros eran mesoneros, mientras sus compañeros estaban en la cocina. Al finalizar cada noche se subastaron desde una batuta donada por el mismo Gustavo Dudamel, hasta vinos sorprendentes. Diecisiete días después de la señal de salida, un grupo de amigos le entregaba a la familia un cheque por la totalidad del dinero para saldar la deuda hasta ese momento contraída.

Hasta esta parte de la historia vemos un claro ejemplo de una comunidad que se unifica para resolver un problema muy específico, ¡Pero al cabo de 17 días han visto de lo que son capaces! y disgregarse a la cotidianidad de siempre es una opción que pesa de manera nostálgica. Días después nuestro reducido grupo de amigos se reúne y decide agruparse formalmente con estructura legal y contable y estatutos que reflejan un sentido de pertenencia y de filosofía común. Quizás el próximo año los veamos aprendiendo a organizarse y haciendo eventos para financiar la Fundación y velar por el bienestar de sus miembros. Quizás un año después estén haciendo eventos para retribuirle a la sociedad a la que pertenecen las satisfacciones de vida. Quizás luego hablen con otras organizaciones del país y sumen esfuerzos… quizás contribuyan en la construcción de un país desde el modesto plano que les corresponde.

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